Por Federico Rozanski
Fotografía: Margoth Ávila
El 15 de marzo, el Ministerio de Educación de la Nación emitía la resolución 108/2020, suspendiendo las clases para jardines, primarios y secundarios -en principio- hasta el 31 de marzo. Mientras tanto, el Ejecutivo intentaba frenar la crecida de la pandemia: el Covid 19, se cobraba su víctima 56 y ya se hablaba de “casos autóctonos”. Fue el principio de una historia que aún se escribe y cuyo final es incierto.
Conforme a la extensión del decreto, las clases en todos sus niveles debieron reinsertar la dinámica áulica a videollamadas masivas y ambientes hogareños improvisados. Pero la “nueva normalidad” pedagógica trajo aparejada la desigualdad en el acceso a los recursos tecnológicos que se tornaron indispensables para el estudio, como computadoras, conexión y calidad de Internet. La vulnerabilidad de miles de estudiantes comenzó a leerse como brecha digital. La desigualdad 2.0 planteó la necesidad de mantener la continuidad pedagógica a distancia, con una institución educativa intentando acompañar a sus estudiantes a través de mensajes de WhatsApp y entornos virtuales complejos de sostener, con jornadas sin horarios y aulas recreadas en hogares.
A más de seis meses, la resolución de Educación sigue vigente y la necesidad de garantizar condiciones adecuadas de cursada es unánime. La vuelta a clases parece menos lejana y ya oficialmente la cartera manifestó la necesidad de “convivir con el Covid-19”. Así lo pronunció el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, este miércoles 30 de septiembre en la presentación de un índice epidemiológico que permitiría evaluar la vuelta a clases para “urbes de más de 500 mil habitantes”.
“No se puede esperar a la vacuna para regresar físicamente a las actividades escolares”, dijo Trotta. Y agregó: “Somos fervientes promotores del regreso a las aulas porque, si bien se ha logrado mantener la continuidad pedagógica -aunque de manera desigual- entendemos que el impacto subjetivo de nuestras niñas, niños y adolescentes es profundo”.
La incertidumbre de la vuelta a clases recae en la emergencia de miles de estudiantes cuya continuidad en el sistema educativo se encuentra amenazada.
Brecha digital: vulnerabilidades de ayer y de hoy
En un documento realizado con el objetivo de evaluar la respuesta del sistema educativo durante el aislamiento obligatorio por Covid-19, el Ministerio de Educación de la Nación reconoció que las desigualdades en las experiencias de educación remota “está condicionada, en gran medida, por los recursos disponibles en los hogares”.
En la investigación que está desarrollando el ministerio para evaluar las circunstancias en las que se dio la continuidad pedagógica, las cifras preliminares arrojan que 3 de cada 10 hogares no tiene acceso fijo a Internet, de los cuales el 27% accede sólo por celular y 3% no tiene Internet de ningún tipo. En hogares con Internet fijo, un tercio tiene problemas en la señal. En tanto, el 53% no cuenta con una computadora liberada para uso educativo.
Además, los hogares cuyos niños y niñas asisten a escuelas del sector privado duplican el “piso tecnológicos” de aquellos que asisten al sector estatal.
En el mismo sentido, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) señaló que el 45,6% de los hogares no cuenta con PC, tablet o similares para poder conectarse a clases en modo remoto, mientras que el 31,5% no tiene conexión a servicios de Internet en el AMBA. A su vez advirtió que la distribución desigual de los recursos tecnológicos en los hogares del AMBA “afecta de modo particular a las infancias y adolescencias más vulnerables y hogares de tipo de configuración monoparental”.
Según señaló el Observatorio Argentinos por la Educación en base a datos de la prueba Aprender 2018, en Argentina el 19,5% de los alumnos de las escuelas primarias no cuenta con acceso a Internet en el hogar. La brecha se acentúa al analizar comparativamente las regiones del país: por poner un ejemplo, con 7,2% la Ciudad de Buenos Aires integra el grupo de jurisdicciones con cifras menores al 10%, mientras que Santiago del Estero, con 40,7% es parte del grupo de provincias con cifras superiores al 30%.
Clases remotas y continuidad pedagógica: por qué tener Internet no siempre alcanza
Si bien se observa un lento pero constante crecimiento en el acceso a Internet fijo (según ENACOM, de cada 100 hogares, pasó de 54 en 2016 a 64 en 2020), el 46% de los hogares argentinos no cuenta con conexión a Internet fija; y del 64% que sí cuenta con el servicio, más de la mitad (54.11%) de las conexiones son de una velocidad menor a 20 Mbps, lo cual no asegura la posibilidad de actividades sincrónicas.
De esta manera se puede ver cómo el acceso nominal a Internet fijo, no implica un acceso real a la posibilidad de adecuarse a clases virtuales. Para poder sostener cursadas virtuales de manera óptima son necesarias una computadora por niño o niña e Internet banda ancha con una conexión mayor a 20 Mbps.
En este mismo sentido, en su informe “Educar en tiempos de pandemia: entre el aislamiento y la distancia social”, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) también señaló la desigualdad en la calidad de la conexión como condicionante para la continuidad pedagógica.
Las conexiones de Internet con calidad inferior a la banda ancha condicionan el acceso a plataformas virtuales o videollamadas con docentes, desviando la comunicación a entornos digitales más informales como WhatsApp o redes sociales, e incluso mensajes de texto o llamadas telefónicas tradicionales.
La importancia de la educación para construir infancias con más oportunidades
A modo de síntesis podemos decir que la continuidad pedagógica en la actual situación de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) se vio complejizada por desigualdades existentes que cobraron una dimensión mayor. Pensar la idea de brecha digital implica, además, un análisis diacrónico de múltiples desigualdades estructurales que atraviesan la vida de miles de niños, niñas y adolescentes, y a sus familias.
Gracias al trabajo en tiempo récord de quienes trabajan en la educación, la institución escolar y quienes la complementamos, lucha a diario para garantizar en el plano real el derecho a la educación de nuestros niños, niñas y adolescentes, aunque para miles de ellos la situación supone una urgencia que necesita el compromiso de todos.
Desde Fundación Pilares seguiremos acompañando el desarrollo de infancias con más oportunidades, redoblando nuestro compromiso con la educación como motor de transformación de las realidades de miles de niños y niñas, y sus familias.
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