Por Andrea Madero
El Comité de los Derechos del Niño de la ONU, alertó sobre “los graves efectos físicos, emocionales y psicológicos que la pandemia puede tener sobre los niños y niñas, especialmente aquellos en situación de vulnerabilidad”. En este contexto, que puede desencadenar consecuencias significativas para el desarrollo y el bienestar de la niñez, el juego es un aliado fundamental en la primera infancia, al brindar un espacio de expresión de sus emociones.
El aislamiento como medida de prevención para el esparcimiento del virus, ha planteado una “pausa” en la vida tal como la conocíamos y en las formas de relacionarnos. Esto ha tenido un impacto inmediato para todos, pero sobre todo para los niños y niñas, quienes han pasado por la separación de sus familiares y amigos, el cierre físico de los centros de primera infancia, jardines y colegios, la imposibilidad de realizar actividades recreativas fuera de los hogares, y la pérdida de contacto personal con docentes, profesionales y demás actores de contención.
En un escenario tan complejo como este,el juego y el jugar adquieren un lugar aún más primordial para el bienestar de los más pequeños. Es sabido que el juego hoy en día es reconocido como un derecho que resulta vital para el desarrollo de los niños y niñas en los primeros años de vida, y que se vuelve clave a la hora de recomponer o sostener el lazo social con la comunidad con la que trabajamos que la pandemia puso en tensión.
La recomposición del lazo social en red
“Lo que sucede es que con el Coronavirus, como en cualquier gran crisis, se planteó una falsa dicotomía entre el bienestar individual o el colectivo. Pero el bienestar propio y el de los otros son parte de lo mismo: o nos cuidamos entre todos o no hay cuidado posible”, explicó Natalia Brutto, socióloga y directora institucional de Fundación Pilares. Esta falsa dicotomía, dice Brutto, es la que se presentó como una amenaza sobre el lazo social a partir de la pandemia: “Lo que se puso en tensión ante esta supuesta dicotomía es el lazo social: aquello que nos conecta con los otros, lo que nos permite generar comunidad, ser parte de una sociedad y no individuos aislados”.
En este sentido, la clave para poder preservar ese lazo que nos une con los otros y nos permite generar comunión en este contexto, implica el cumplimiento de las medidas de prevención de la salud propia y de los otros, y la construcción de espacios de intercambio y escucha a pesar de la distancia física.
“En Pilares seguimos creyendo en ese vínculo cercano, presente y cotidiano. Hay algo ahí que desde la Fundación queremos sostener y preservar”, expresó la directora institucional. En ese marco, la cuarentena trajo para Fundación Pilares el desafío de transformar ese vínculo comunitario y personal que se construye día a día con los niños, niñas y las familias, y encontrar nuevas formas de cercanía a través de la virtualidad. “Si bien la cuarentena nos impone una distancia, la virtualidad da la posibilidad de trabajar sobre esta cercanía que queremos seguir teniendo con las familias. Aunque no sea lo mismo que compartir el espacio y la cercanía material de los otros, la virtualidad nos permite seguir presentes: nos da la posibilidad de contención, de escucha y de saber que el otro está ahí”, explicó la socióloga.
En esta línea, con el objetivo de trabajar sobre el sostenimiento del lazo social con los niños y niñas, y las familias que participan de la Fundación, desde los programas sociales se crearon propuestas lúdicas para generar encuentro, compartir y expresar las emociones a través del juego, a pesar de la distancia.
“El juego como forma de poner luz sobre todo aquello que no está distanciado”
“El juego es el modo que encuentran los niños y niñas de apropiarse del mundo, conocerlo y transformarlo”, explica Ana Paula Perez, psicomotricista y coordinadora del Centro de Educación Temprana de Pilares.
En este sentido, la coordinadora retoma las palabra del pediatra, psiquiatra y psicoanalista Donald Winnicot, quien describe al jugar como un signo de salud en los niños, a través del cual van integrando las vivencias que le ofrece el entorno. El jugar es hacer, dice Winnicott, donde quien juega es protagonista y creador de su propio juego, lo que sin dudas va dejando huellas tanto en su construcción subjetiva como en su desarrollo psicomotor.
“En esta escena en la que los niños y niñas están experimentando el miedo ante algo desconocido, son los adultos de la crianza los que generalmente alojan el sentir de los pequeños restableciendo un ámbito de seguridad y confianza a través de un relato segurizante, minimizando la fuerza de aquello que provoca el miedo a partir de una explicación, una broma o el juego. A partir de una canción, un cuento, una actividad que posibilite el encuentro, la comunicación, la interacción y el juego como tal, como un espacio grato, en un ambiente afectivo y cuidado, donde el adulto ocupe su rol de facilitador en el despliegue del juego. De hecho el niño transforma su realidad a través del juego. Desde muy pequeños, como dice Calmels (psicomotricista) a través de los juegos de crianza el adulto con su voz, sus gestos, la calidad del contacto, las miradas, entre otras va dando sentido a lo que los niños van viviendo.” explica la psicomotricista.
Sin embargo, la situación que estamos viviendo a partir de la pandemia generó un marco de miedo e incertidumbre tanto para adultos como para pequeños, es por eso que resulta fundamental alojar estos sentimientos en comunidad, para cuidar a aquellos que cuidan; “En el caso del coronavirus, los adultos también están atravesando el desconcierto ante la incertidumbre que provoca la pandemia. Por suerte, éstos cuentan con otras herramientas para transitarlo, pero igualmente es necesario poder acompañar a quienes, en este momento, son los únicos dadores de sentido de lo que están atravesando los niños” explicó Perez.
En este sentido, desde Pilares, la propuesta es seguir trabajando con la primera infancia desde una perspectiva comunitaria: “Es ir tejiendo sentidos que van circulando de los niños a los adultos, de los adultos a los niños, desde la familia al barrio y viceversa. Lo abordamos desde la idea de red como el componente comunitario de la crianza, donde habitan las relaciones sociales que se conforma entre diferentes sujetos”, expresó la coordinadora.
En este escenario, el juego tiene la fuerza del encuentro de los adultos con los más pequeños, dando lugar a que desde el hacer en el juego, puedan habitar sus emociones y transitar en conjunto este momento de crisis. En este sentido como fundación nos proponemos ir al encuentro del adulto de la crianza para alojar sus sentires, proponer un tiempo de sostén, con una escucha empática como un modo de ofrecer un abordaje propicio para estos tiempos.
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