Por Mauro Balbachan
La capilla San Blas ubicada en la villa 21-24 de Barracas ofrece un espacio de resguardo dirigido a los adultos mayores, con la idea de aislar a aquellos vecinos que son el principal grupo de riesgo frente al COVID-19. El programa social COPIF, impulsado por la Fundación Pilares, se desarrollaba de manera presencial en este lugar. Ahora, con la pandemia, la capilla funciona íntegramente como un hogar destinado a los abuelos del barrio, y el programa COPIF permanece activo de forma virtual.
“Me parece lindo poder estar ocupándonos de las personas más vulnerables frente al virus, creo que esa tiene que ser siempre nuestra prioridad ante todo y actualmente, con la pandemia, entendemos que las personas que corren más riesgo son los adultos de la tercera edad. Es bueno que podamos estar presentes, sobre todo sabiendo que, como dice el Papa Francisco, hay una cultura del descarte, en donde a las personas mayores se las tiene un poco olvidadas”, manifestó Ramiro Terrones, vicario parroquial de la capilla San Blas.
El programa de aislamiento social, Mayores Cuidados, impulsado por el Gobierno de la Ciudad junto con la colaboración de los diferentes curas de las villas, surge a principios de la pandemia, con el objetivo de ofrecer espacios de resguardo en las parroquias de los barrios más vulnerables, tanto de Capital como del Gran Buenos Aires. Hasta antes de la propagación del virus, en la capilla San Blas se desarrollaba el programa de Cuidados Oportunos de la Infancia en Familia como Comunidad (COPIF) llevado adelante por la Fundación Pilares. El mismo tiene como finalidad promover la salud integral de los niños y niñas de entre 0 y 5 años a través del fortalecimiento familiar, el acompañamiento en la crianza, el juego y la nutrición. Actualmente, el programa de la fundación permanece activo y funciona de manera virtual.
El Gobierno de la Ciudad, a través del Ministerio de Salud, se encarga de equipar las capillas para que los adultos mayores tengan todas las necesidades básicas cubiertas, desde la colocación de camas hasta la instalación de electrodomésticos. La idea es procurar que el espacio sea habitable. Una vez por mes, Ruth Báez, cuidadora voluntaria de la capilla, recibe los bolsones de alimentos, los productos de limpieza y los medicamentos que envían desde el gobierno para asistir a las abuelas que hoy habitan el hogar. A su vez, el grupo de vicarios parroquiales, con el padre Toto a la cabeza, y otros voluntarios se ocupan del abastecimiento de productos frescos y de proporcionar garrafas de gas para cocinar. Las colectas que están recibiendo son muy numerosas, tanto de particulares como de grupos empresarios. “Se están haciendo muchas donaciones, hay que reconocer que la generosidad fue en aumento, muchísima gente nos está mandando cosas desde sus casas, nos pregunta cómo ayudar y hacen campañas para juntar alimentos... eso es muy lindo también”, expresó Terrones, cura de la capilla del barrio 21-24.
El espacio que la parroquia le cede a la fundación Pilares para desarrollar el programa COPIF tiene disponibilidad para recibir hasta siete personas; sin embargo, actualmente viven dos abuelas y la cuidadora del lugar. “Cuesta convencerlos de que salgan de sus casas. Es lógico que se sientan más protegidos con sus familiares; no llegan a darse cuenta de que hoy no es ahí donde están más seguros. Ellos creen que al estar en sus casas están más protegidos, y tal vez la familia, cuando entra y sale a trabajar, es la que más pone en riesgo a los mayores de su propia casa”, declaró Ruth Báez. En la capilla San Blas no permiten el ingreso y egreso de personas a diario. El protocolo indica que quien tome la decisión de aislarse en la parroquia deberá realizar la cuarentena correspondiente 15 días antes. A su vez, se desinfectan todos los alimentos y los productos de limpieza que ingresan a la misma con el fin de minimizar las probabilidades de contagio.
El término “espacio de resguardo” no es equivalente a la palabra “refugio”. El mensaje que buscan transmitir los párrocos del barrio es que en estos lugares seguros hay vida: ambientes en donde los adultos mayores puedan interactuar entre sí, realizar actividades lúdicas, pintar y manifestarse a través de diferentes canales de expresión. El Gobierno de la Ciudad se ocupa de enviar juegos de cartas, dados, rompecabezas y artículos de librería para que los abuelos tengan un mejor pasar. Además, se desarrollan ejercicios físicos de elongación para cuidar el bienestar y la salud integral de cada uno de ellos.
Por otro lado, el Estado pone a disposición un equipo médico encargado de realizar un seguimiento diario de los vecinos que habitan en la capilla San Blas. “Hay una psicóloga y médicos de guardia disponibles que me llaman dos veces por día, todos los días, a la mañana y a la noche, para saber cómo estamos, si los abuelos comieron, si tienen fiebre. Desde el Ministerio de Salud están siempre presentes y pendientes”, expresó Ruth Báez. Los abuelos de la capilla tienen contacto telefónico con sus familiares permanentemente. Al mismo tiempo, los fines de semana pueden recibir visitas, siempre y cuando no ingresen a la capilla y mantengan una distancia prudente.
Cabe destacar que los adultos de tercera edad, en épocas de pandemia, son las personas de mayor riesgo frente al virus. De esta manera, es fundamental que ellos se resguarden en los hogares para permanecer seguros y aislados de cualquier contagio. A través del programa Mayores Cuidados, el Gobierno de la Ciudad junto con los vicarios parroquiales están trabajando en conjunto para satisfacer el bienestar de los adultos mayores en los diferentes barrios vulnerables de Buenos Aires. Por un lado, el dispositivo de asistencia tiene como objetivo colaborar con aquellas personas mayores de 70 años que necesitan salir de sus casas pero que no deberían. De esta forma, los voluntarios están dispuestos a asistir telefónicamente a los mayores, a realizar las compras en farmacias y comercios cercanos, y hasta pagar los servicios. Por otro lado, el dispositivo de aislamiento cuenta con espacios seguros, como la capilla San Blas y la Augusto Comte, para resguardar a los que más lo necesitan.
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